16 abr 2010

Cara arcoiris

"Él es Hans" preguntó una señora al ver a mi pichirrín jugando entre los bloques de plástico mientras esperaba que me dieran noticias de cómo se había portado durante el día. "Sí" contestó la señorita que entrega a los niños en la guardería. Volteo a ver a la señora que se dispone a hablar de mi pequeñito con un poco de reserva de saber qué dirá: "es que mi hija todos los días dice que le pega Hans". En el momento los colores del arcoiris pasaron por mi rostro: rojo (de vergüenza), azul (de lo helada que me dejó el comentario), verde (de coraje que este chamaquito aún sigua pegándole a sus compañeros), amarillo y naranja(porque casi me da el patatus cuando escuché el comentario)y morado (no más pa´terminar de enojarme); sin embargo, en un momento se bajó todo enojo y demás sentimientos encontrados ya que la mamá de la pequeñita agredida realmente estaba molesta y al darse cuenta de mi multifacético colorido (con el cual se percato de que yo era la mamá del "abusón" que golpeaba a su niña), me lanzó una mirada que demandaba de mí una acción. En ese momento tomé de la mano a Hans y los paré uno frente al otro; en ese instante la señora le dijo a la "víctima":
-¿Quién es mi amor?
-Hans -apenas si se alcanzó a escuchar la voz de la niña.
-Mi amor -dije imperativamente pero casi con tono meloso- ¿tú le pegas a la nena?
-Sí -contestó con desenfado mi pichirrín-.
-Pídele una disculpa porfavor. Discúlpame, dile
-"Icúlpame" -contestó Hans-
-Dile que ya no lo vas a hacer -y de ahí se soltó una letanía que la verdad no entendí muy bien qué habrá querido decirle a la niña, pero al terminar reafirmé o dicho diciéndole- mi amor a las nenas ni a nadie debes golpear ni morder. Dale un abrazo y un besito y dile que ya no lo harás, ¿lo prometes?
-"Icúlpame" -dijo Hans, seguido de un abrazo y un besito-.
La niña por su parte lo disculpó, a petición de su mamá, y la señora quedó sorprendida de la rectitud de mi chiquilín.
"¿No se agüanta, verdad? ¿tiene muchos problemas con él?", dijo la señora con un tono que pareció un tanto amarra-navajas.
"Todo lo contrario, únicamente tengo un inconveniente en su conducta cuando las maestras dejan de prestarle la atención; pero es un niño muy bien portado y obediente", contesté con una seguridad que parecía declaración de fe, por lo que dejé convencida de lo mismo a la mamá de la pequeña "maltratada" y a mí misma.
Salímos de la guardería y aunque los colores de arcoiris bajaron de mi cara, mis labios dibujaron una sonrisa al percatarme que ha sido la situación más embarazosa e incómoda en mi vida. Queda la anécdota.

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