5 ene 2009

Pastel de la abuela

Luego de que pasó la Navidad, recordé la receta que mi abuela me había dado para hacer el pastel que por tantos años hizo ella durante estas fechas. Un pastel que en verdad, no tenía palabras de descripción su sabor, pero sobre todo, agregaba un punto más para esperar la noche de Navidad.

Mi abuela preparaba este pastel un par de días después de mi cumpleaños, el 22 de noviembre, y lo guardaba (dejaba que se añejara) para la cena del 24. Este pastel tiene la peculiaridad de que es envinado, y conforme pasan más días, su sabor va siendo cada vez mejor.

Pues el 27 de diciembre en honor de mi abuelita me puse a hornear el fantástico pastel que tan lindos recuerdos me trae; como el de aquella ocasión que mi abuela pasó la Navidad en México con mi tía Shaula, y cual fue mi sorpresa que a su regreso, casi a finales de enero, ella me traía un pedazo de ese pastel, y corrí a comérmelo a escondidas como si fuera un tesoro para mi sola. (Qué cosas hace uno de niño =P )

En fin, la odisea empezó desde el súper, ya que no encontré todos los ingredientes y tuve que ir a la verbena popular por el resto, ahí me dí cuenta porque sólo hacía mi abuela este pastel en Navidad, y no sólo por el nombre, ya que como lleva fruta cristalizada, en Culiacán la única época del año en que puedes encontrarla es precisamente en estas fechas.

Ya en casa, empecé con los preparativos, y al inicar la preparación, que la batidora decide esa noche descomponerse, y sin más ni más, a batir a mano se ha dicho. Casi me daba por vencida...que miren que batir a mano es una reverenda batalla!!! (Gracias Dios por la batidora).

La horneada estuvo tranquila, mi amigo el horno y yo, ya casi nos queremos, y no me quemó tanto los pastels (jajajajaja, porque hice dos).

Ya listos, los enviené y guardé para festejar la llegada del año nuevo. En una palabra: Delicioso!!! Es una lástimas que no haya podido convidárselo a mi abuela, pero dejaré un poco de pastel en el jardín donde descansa.

Estrenando moldes

El pretexto: La reunión en casa de Karime con Marielos, ya que sólo estaría unos días en la ciudad y había mucho que platicar, y ver a los pequeños sobrinos.

Llegó Marielos de sorpresa al mediodía, y para cuando ella se fue, me puse las pilas para hacerles unas galletas para tomar con café, aprovechando de estrenar mis moldes de figuras navideñas.

Con eso de que me estoy adaptando al horno (ya casi somos buenos amigos), unos salieron riquísimas y otras quemadísimas!!! pero en fin. El hecho es que nos pasamos una velada riquísima, agusto, poníendonos al corriente de nuestras vidas, pero ahora con nuestro pegostes hermosos, quienes ya caminan y Marielos se encantó como toda buena tía.