11 jul 2009

Miedos que desaparecen

Antes de entrar al cuarto donde me esperaban, hable con Dios y le dije que en sus manos estaba mi vida y la de Hans, ese pequeñito que horas antes me había despedido con cierto temor de no volverlo a ver. El hasta luego a mis padres y diciéndoles que todo saldría bien, lo creía, sin embargo, había un ligero temor, que se fue justo en el momento en que subí a la camilla.

Justo en ese momento me di cuenta que era feliz, y que mi conciencia estaba tranquila, porque sé que Él está con mi hijo aun en mi ausencia. Y vino la paz y con ella la anestesia general y una oración a medio decir por los doctores que me intervendrían.

Desperté. Después de casi tres horas abrí mis ojos para ver que me llevaba el camillero a una habitación con una vista muy peculiar: un gran árbol de estrellas, como las del Paseo de Reforma que desde el Ángel de la Independencia podía durar horas viendo como el aire jugaba con sus hojas. Así fue como desperté y tomé conciencia de que todo había salido bien, pese al dolor que se puede sentir luego de removerte las entrañas (literalmente), y justo al lado aquel que me dio la vida y que simpre pase lo que pase, está conmigo.

Mi hijo estaba con la luz de cada mañana, quien ha cuidado de mi y de él también y que sin ella no estaría aquí.

Luego de esta intervención y la noche en el hospital sin poder dormir, es necesario que mis treinta años los cumpla con una vida saludable, y de aquí en adelante, será necesario que tome cartas en el asunto, todo por tí, mi lucecita.

7 jul 2009

Gotas de lluvia sabor de caramelo



"Si las gotas de lluvia fueran de caramelo, yo debería estar ahí, abriendo la boca para saborar, ha ha ha ha ha ha ..." Así es como cantábamos mi pequeño y yo para recibir la primer lluvia que caía en Culiacán, mientras íbamos en el carro de la abuela camino a casa de la tía china para entregarle sus galletas de graduación.

De regreso a casa, la lluvia arreció tanto que preferí parar en Plaza Ley del Río para no arriesgarme, ya que la lluvia no dejaba ver a pocos metros, en años pasados me hubiese ido a casa porque me gusta la lluvia, pero mi pequeñín iba un poco asustado así que mejor paramos.

Fuimos un lugar donde tienen carritos de esos que le hechas monedas y se mueven y pasee a mi pichirrin 2 veces en cada uno, en total fueron seis sangoloteadas de carrito.

Despues entramos al súper y nos fuimos de compras:salimos con lentes de sol, aunque afuera ya era de noche. Fue un día para recordar, ya que por fin mi chiquirrin se dio cuenta de la enorme bendición que es la lluvia en esta ciudad.