18 mar 2010

Efectos secundarios

Llegar a los treinta empieza a surtir efecto en estos días, luego de casi tres meses de haber llegado a la década de los "ta".
Un tronchamiento infernal me atacó el fin de semana pasado y con él todo los "nunca" que uno suele decir cuando le pasa algo así. Por primera vez en mi vida, luego de una aversión a las inyecciones, tuve que inyectarme sola (en mis piernas, para variar), así como lo leen: SOLA. Tengo testigos oculares que pueden decir que lo hice y testigos presenciales que podría testificar lo insólito de lo que escribo.

Esto me recordó una película que hace tiempo vi y cuyo monólogo de la historia lo retomo en estos días para reflexionar acerca de lo que tengo, me espera y anhelo.

No hay instrucciones para cumplir treinta. Pero si las hubiera, serían estas:

- Haz una lista de todo lo que no te gusta de ti y luego tírala. Eres el que eres. Y después de todo, no es tan malo como te imaginas un domingo de cruda.

Soy como soy, me encanto, con kilos más, con kilos menos, me gusto como soy. Aunque ahorita trabajo con los kilos de más para no tener riesgo de una hernia cervical. De crudas, hace mucho que no tomo para llegar a ese tipo de desgastes.

- Tira el equipaje de sobra. El viaje es largo, cargar no te deja mirar hacia delante. Y además jode la espalda.
Ese está más que tirado. Soy libre como el viento y peligrosa como el mar.

- No sigas modas. En diez años te vas a morir de vergüenza de haberte puesto eso, de todas maneras.
No sigo modas desde...no recuerdo desde hace cuanto.


- Besa a tantos como puedas. Deja que te rompan el corazón. Enamórate, Date en la madre, y vuelve a levantarte. Quizás hay un amor verdadero. Quizás no. Pero mientras lo encuentras, lo bailado ni quién te lo quita.
Lo bailado nadie me lo quita, ya me di con todo tantas veces como pude, me he caído, levantado y sigo de pie. No sé si encuentre el amor, pero sé que tengo dos grandes amores: ese esposo amoroso ideal que me ve a donde vaya y no me suelta de su mano y el mi pichirrín (dos grandes amores que alegran mis días).

- Come frutas y verduras. Neta, vete acostumbrando a que no vas a poder tragar garnachas toda la vida.
Dura verdad, pero cierto.

- Equivócate. Cambia. Intenta. Falla. Reinvéntate. Manda todo al ****** y empieza de nuevo cada vez que sea necesario. De veras, no pasa nada. Sobre todo si no haces nada.
Ahí la llevo; sin embargo, ahora tengo que calcular riesgos porque no soy solo yop quien se dará en la torre con mis desplantes.


- Prueba otros sabores de helado. Otras cervezas, otras pastas de dientes.
Es sano probar, aunque siempre vuelvas a lo mismo. Que no te digan, que no te cuenten.

- Arranca el coche un día, y no pares hasta que se acabe la gasolina.
Eso lo tengo en mi lista de pendientes, y muy seguro llego a Mazatlán (donde se me acabaría la gasolina) pero perfilando al DF.

- Empieza un grupo de rock. Toma clases de baile. Aprende italiano. Invéntate otro nombre. Usa una bicicleta.
Yo quiero parlar italiano, algún día de estos; mi reto en este momento is the english. My new name is "Luna". La bicicleta está en lista de espera.

-Perdona. Olvida. Deja ir.
Perdonado, olvidado y dejado ir está más que anunciado en mi vida.


- Decide quién es imprescindible. Mientras más grande eres más difícil es hacer amigos de verdad, y más necesitas quien sepa quién eres realmente sin que tengas que explicárselo. Esos son los amigos. Cuídalos y mantenlos cerca.
Los y las amo y ellos(as) saben quienes son.

- Aprende que no vas a aprender nada. Pero no hay examen final en esta escuela. Ni calificaciones, ni graduación, ni reunión de exalumnos, gracias a Dios. Felices treinta, viejo. Bienvenido al resto de tu vida.
Quizás no haya calificación, pero mi reto es educar a mi hijo como un hombre íntegro; al final de cuentas somos reflejos de nuestros padres, y aunque quizás no logre ver el resultado final de lo que estoy cimentando, tengo la certeza de que voy por buen camino.

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