22 jul 2010

Tipografía o un flash back a mi infancia

Era la clase esperada por muchos, incluyéndome a mí, el maestro favorito, el "conse" de todas las materias que hemos tenido. Los diseñadores estaban ansiosos, los que nos dedicamos a la edición un poco nerviosos (¿o solamente yo lo estaba?):
-Vamos a conocer la letra, vamos a dejar atrás el símbolo lingüistico, veremos el lado estético, sus fustes, sus....- y justo ahí empezó el tormento.

Las medidas, lo exacto de ellas en el cuaderno milimétrico para pasarla en el papel albanene, mi pulso de maraquero, el pendiente de no haber enviado la tarea concluída del módulo pasado... recuerdos de mi niñez cuando en el kinder las maestras querías que hiciera las letras en cuadernos de cuadrícula llegó a mi mente de una forma tan formidable (era algo demasiado olvidado) que empecé a frustarme y lejos de apreciarlo, opté por salirme a ver la primer lluvia, como Dios manda, que llegaba a la ciudad; al final de cuentas fue el consejo de alguien que de plano sabe mi amor por las tardes nubladas; y aunque no pude retozar, sí limpió las penas del alma.

En una plática con Gabriel Meave, por alguna extraña razón, pensé que sería muy fácil esto de la tipografía, incluso pensé (inocentemente) que podría adoptarlo como hobbie, pero ¡oh, error!, como dijo mi maestro, creo que me quedo con la admiración, reflexión y análisis estético de una familia de palabras; y zapatero a tú zapato: lo mío es la corrección, edición y estilo.

Así fue como frustrantemente se inició el módulo de tipografía, que de no ser por el gran maestro que tenemos, la verdad, hubiese tirado la toalla, pues al final de cuentas dijo: "Michelle, llama la atención de hacerlo -perdón por la brusquedad- tan mal, ahora te salió bien". Sólo espero no reprobar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario