16 ago 2010

Sintiendo la humanidad

Recuerdo cuando de pequeña, de lo atrabancada que era, podía caerme de un árbol de una altura de un metro o metro y medio y me levantaba como si nada; o como cuando andaba en bici y al irme entre las calles de bajadita me estampaba para "frenar" y no pasaba nada... cuando mucho un raspón.
Los años no pasan en balde y muestra de ellos es el dolor en toda mi humanidad: desde las pestañas hasta los dedos de los pies. Motivo: la pérdida del equilibrio mientras cargaba a mi chiquilín. ¡Absurdo y vergonzoso es que de una caída de unos escasos 20 centímetros, tenga presente desde ayer, de la forma más consciente que pueda existir, de toooodo mi esqueleto (aunque no pueda nombrar cada uno de sus huesos)!

La caída valió la pena luego de ver contento a mi pequeñito paseando en el trolebús (al que él le dice pupú)con la mamá y la abuela; aunque el dolor hoy no me haya dejado ir a trabajar. No cabe duda que no son lo mismo los tres mosqueteros y 20 años después.

No hay comentarios:

Publicar un comentario