29 feb 2008

Te encontré

El Consuelo llega cuando tienes un reencuentro con lugares, espacios que puedes irte apropiando, declarando tuyos, esconderte en ellos.

Mi ángel era, es, bello a cualquier hora del día: lloviendo, granizando e incluso envuelto en mítines. Ese era, es, mi lugar especial, en donde podía desaparecer del mundo por momentos. Pero lejos está, por el momento.

A mi regreso, mis lugares especiales habían desaparecido, fueron invadidos, sobre explotados, dejando de ser un refugio para el alma desconsolada.

La casualidad no creo que exista, las coincidencias, lo tengo en duda, así que por alguna razón y sin querer lo encontré.

Sus brazos extendidos al cielo, rodeado por un mar de tranquiliad en el que se respirar paz, fue como lo encontré y me encontró...esperándome a que llegara a esa hora del día, no en la mañana, si no por las noches.

¿Cómo puede cambiar un lugar del día a la noche? No cabe duda que el manto estelar es el mejor amigo, un excelente confesor, un gran escucha para oír nuestros pensamientos, un gran acompañante para pasear, pero sobre todo un gran cómplice para desapareciones momentáneas.

Fue una experiencia mágica: mis pasos parecían ligeros, el viento en la cara retaba seguir adelante, reconfortaba la pesadez del día. Los árboles no dejaban de darme la bienvenida; en especial el sauce llorón, que al moverse me brindaba un espectáculo vivificante para el espíritu.

¡Qué placentero es encontrar un refugio! (Doblemente placentero poderlo compartir contigo)

No caba duda que cuando el desasosiego ataca con todas su milicia, dándonos guerra sin cuartel, llegan estos pequeños grandes placeres para darnos cuenta que el juego sigue, y que podrá haber momentos hoscos; pero ¿qué sería la vida sin esa poca de pimienta?

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