23 ago 2010

Felices reencuentros

Las despedidas son indudablemente dolorosas, pero cuando éstas tienen tintes de un parcial abandono suelen doler más; son heridas constantes que son difíciles de sanar.
Sin embargo, cuando alguien llega repentinamente, sin esperar su presencia, el llanto que antaño se produjo por la partida cubre todo, y se puede ver de nuevo la luz de esperanza entre los abrazos, besos y caricias; se puede ver la vuelta de página al libro para empezar un capítulo nuevo.
Estos videos de los soldados regresando a casa son más que emotivos, dejan reflexionando (a mí me han dejado así) sobre esos reencuentros entre padres, madres, hijos, hermanos... que tuvieron la fortuna de regresar a casa, y que su desesperación para ver a sus seres queridos fue tal que -pienso- no quisieron perder el tiempo en quitarse el uniforme, los minutos contaban y eran tonto desperdiciarlo en algo tan banal.
Es hermoso ver las caras de los pequeños recibiendo a sus papás, dos en particular me cimbraron: un pequeñito de escasos 4 o 5 años abraza a su papá diciéndole que lo extraño y que lo amaba; y unas hermanitas que al abrir una caja de regalo encuentran a su papá ¡qué hermoso regalo! Fue un momento que nunca olvidaran.

Hay una imagen en especial que mis ojos no pudieron seguir conteniendo las lágrimas: una mujer, al parecer la mamá de una pequeña de 10 o 12 años, llega a la escuela y al verla su hija se desborda de alegría, se puede ver cómo ese gozo no le cabe en su cuerpo ¡su mamá está de regreso!

Estos soldados se perdieron etapas importantes en sus familias, ¿por qué? no es mi objetivo entrar en discusiones políticas; lo importante es que algunos tuvieron la gran dicha de regresar, de ser recibidos con alegría no sólo por familia y amigos sino hasta por sus ¡perros!
Dios los bendiga en este nuevo capítulo que inician, que todos los pesares y momentos difíciles que vivieron en Irak vayan sanando en sus corazones.

Vean estos videos y contágiense de la felicidad que emanan estas familias y reencuentros.

16 ago 2010

Sintiendo la humanidad

Recuerdo cuando de pequeña, de lo atrabancada que era, podía caerme de un árbol de una altura de un metro o metro y medio y me levantaba como si nada; o como cuando andaba en bici y al irme entre las calles de bajadita me estampaba para "frenar" y no pasaba nada... cuando mucho un raspón.
Los años no pasan en balde y muestra de ellos es el dolor en toda mi humanidad: desde las pestañas hasta los dedos de los pies. Motivo: la pérdida del equilibrio mientras cargaba a mi chiquilín. ¡Absurdo y vergonzoso es que de una caída de unos escasos 20 centímetros, tenga presente desde ayer, de la forma más consciente que pueda existir, de toooodo mi esqueleto (aunque no pueda nombrar cada uno de sus huesos)!

La caída valió la pena luego de ver contento a mi pequeñito paseando en el trolebús (al que él le dice pupú)con la mamá y la abuela; aunque el dolor hoy no me haya dejado ir a trabajar. No cabe duda que no son lo mismo los tres mosqueteros y 20 años después.

3 ago 2010

Un día después

Endulzas mi oído con tus palabras, me embelesaste...
Ahora, de tus labios sale la cicuta que mata mi ser,
lenta poco a poco, hasta desfallecer.